Desde bien pequeños, se nos enseña a tener la respuesta
correcta. Y se premian esas respuestas correctas, mientras que las repuestas
“erróneas” se ignoran o incluso se castigan.
Los niños y niñas hacen continuamente preguntas porque
necesitan saber, conocer. Luego, en la escuela, nos premian por las respuestas “adecuadas”
y nos van limitando el mapa si no
contestamos según lo establecido. Con mapa me refiero a todo eso que tenemos en
nuestra cabeza, eso que hemos ido
aprendiendo a lo largo de nuestra vida a través de nuestra observación, experiencias,
libros…, llamémoslo nuestro programa mental.
Así poco a poco, vamos haciendo que nuestra escucha sea para
contestar, no para entender lo que la otra persona nos quiere decir.
Debemos esperar y prestar toda nuestra atención para
escuchar lo que dice y lo que no dice, eso que está diciendo con el lenguaje no
verbal, con su postura, con su tono de voz, su mirada… y hacer preguntas si
necesitamos aclarar algo o para saber si hemos entendido bien lo que nos quería
decir.
Hacer preguntas, amplia nuestra información, evita malos
entendidos y seguro mejorará nuestra comunicación con esa persona.
Soltemos ese hábito de adelantarnos a contestar o incluso a
suponer lo que la otra persona nos quiere decir, abrámonos a la buena escucha,
esa que está preparada para entender, que fija la atención en esa persona que
tenemos delante, que cuenta con toda nuestra atención.
¡No!! De veras, no hace falta contestar ya!
¡Espera!
Espera al menos 4
segundos antes de responder.
¿Sabes cuánto tarda nuestro cerebro en procesar la
información adecuadamente? (Que no sea en situaciones de emergencia o peligro) ….
¡6 segundos!
Así que démonos tiempo antes de contestar.
Te animo a que durante esta semana practiques con la
escucha,
la escucha para entender.
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